Un seguro de salud con reembolso a los 40

Mi historia, y, por tanto, la necesidad de un seguro de salud con reembolso a los 40,  empieza en un partido de tenis el domingo de la semana pasada en el que, porqué no decirlo, me sentía espectacular dominando el punto con la derecha, algo así como si fuera el propio Federer, aunque siendo sincero, seguramente sería algo más parecido al mítico partido de tenis entre Richard Pryor y Gene Wilder en la genial No me chilles que no te veo.

Tras un largo envite, en el que empezaba a notar como el sudor recorría mi espalda, mi contrincante pega una derecha con la caña de la raqueta (como si fuera el mismísimo Boris Becker), generando un contrapié perfecto justo en el momento en que yo estaba recuperando la posición.

¡No pasa nada!, me digo. Me lanzo hacia la pelota con la velocidad de un elefante octogenario, las cosas como son, obcecado en preparar un gran golpe. Echo mi brazo atrás y… ¡CRACK! Un tirón terrible en la zona lumbar me paraliza por completo.

En ese momento acaba el partido, pero la mente no para; vienen los compromisos de trabajo de los próximos días, fuera de Madrid, en una oficina alejada donde apenas puedo estar sentado… y el Crack acompaña en todo momento lo visualizado por mí… ¿Rendiré bien los próximo tres días?, ¿Podré estar sin sentarme?, ¡Con la cantidad de trabajo que tengo!

Llegó el día siguiente, es lo que tiene el tiempo, que no para ante tus lesiones, y mis temores se confirmaron.

La lesión se hizo evidente

En casa, a las 6:30 de la mañana, preparando mente y cuerpo tras el imprescindible café, me veo forzado a pedir ayuda para vestirme ya que, para que me entienda bien mi querido lector, tengo la espalda, literalmente, como si de un palo de madera se tratase.

Tengo que ir a la oficina, pero lo que en principio parecía un dolor que con algo de Ibuprofeno podría disimularse, empieza a hacerse cada vez más presente.

Asumo la situación y la cabeza adopta esa inteligencia que le caracteriza en los momentos de urgencia; ¡Vamos a ponernos en acción!, me dice, Primero a la oficina y después a llamar a urgencias domiciliarias de Adeslas, para esto contraté  un seguro de salud con reembolso a los 40

Un seguro para deportistas me salva

Gracias a Dios acuden a mi remoto centro de trabajo en menos de una hora (si me ve exagerado debería preguntarle a mi espalda, inmune al Ibuprofeno y al masaje improvisado de una bendita compañera), y una inyección intramuscular produce un alivio inmenso, en mente y cuerpo, que me permite trabajar con bastante naturalidad y con aceptables fuerzas.

Son días de mucha carga de trabajo, de manera que no puedo acudir a ningún centro médico, así que el ATS acude dos días más a inyectarme el antiinflamatorio donde estoy, con lo que puedo continuar con mis responsabilidades, que en este momento son muchas.

Al día siguiente, el jueves, viene el fisioterapeuta en mi hora de descanso, el cual, acompañando sus más que notables dones curativos de la innegable ayuda de la tan especial, y por todos conocida, bolsa de guisantes congelados, parece conseguir que el malestar se vaya asentando en la nada. Poco a poco… pero ya veo la luz al final de túnel.

No soy de vender productos sin más, y soy férreo defensor de la Seguridad Social, pero en el día a día, y más con los tiempos que tenemos y la necesaria flexibilidad e inmediatez de respuesta ligada, me vino genial tener mi seguro médico de Adeslas Plena Plus para Deportistas.

Este post va especialmente dedicado a la persona que me ayudó a vestirme en aquella fatídica mañana, soportando mi humor de perros y mis dolores… Gracias, sin ti la vida no tendría el valor que tiene.